Carmen Aztibia, María Cuevas, Susana López Río, Ruth Silvina Marino, Ana María Menéndez.
Uno de los temas centrales de la contemporaneidad es la manifestación de la diversidad, en sus múltiples e inagotables expresiones, como una estrategia de resistencia a cualquier visión o concepción hegemónica de la realidad.
Esto ha constituido progresivamente las metodologías de trabajo e investigación de la mayor parte de los artistas, a lo que no escapa este grupo de cinco valientes pintoras que exponen en forma conjunta, los resultados de su derrotero en búsqueda de sus propias singularidades, dentro del campo de la pintura.
Estas diferencias no son solamente caprichos de las apariencias que surgen en la superficie de la tela o del papel, sino que esconden el esfuerzo por plasmar una experiencia única e irrepetible, haciendo resonar en nuestro interior, aquello que cada una es portadora de manera única e irrepetible.
Esta maniobra o estrategia nos posibilita entrar en un mundo de resonancia del que todos somos partícipes, sin la necesidad de generar ninguna fórmula unificadora, sino más bien nos enfrentamos a una suerte de caleidoscopio vivencial cuya magia es imposible de descifrar.
Por esta razón cuando cinco pintoras, que en este caso se manifiestan a través de casi los mismos medios y materiales, incluso utilizando procedimientos similares, como es el caso de María Cuevas y Susana López Río, al ver el resultado de sus trabajos, se nos presenta la evidencia de que ambas son portadoras de una matriz propia y única. Ambas investigan el poder de mutación de una pincelada más bien corta, pero lo que de este experimento surge, es completamente diferente.
Carmen Aztibia hace foco sobre otro aspecto de la diversidad, la sorpresa de que esta “matriz” no es fija, sino que se manifiesta también de una manera singular en cada experiencia, de manera que cuando decide explorar un tema, cada intento revela una aproximación también sorpresiva, como queriendo decir que lo mismo puede también tener múltiples interpretaciones.
Ruth Marino representa una manera de poner foco sobre algo cuya dinámica escapa a toda posibilidad de enfoque, por lo tanto, su imagen es compleja y vertiginosa como la memoria misma de una experiencia. Una sucesión de afirmaciones y negaciones van revelando un conflicto imposible de soslayar en el acto de pintar.
Ana María Menéndez busca en cada rincón del cuadro, dejar atrapado su intuición, en un color que luego se transforma en otro y en otro y así sucesivamente hasta conformar una suerte de flor que anunciaría un posible y próximo renacimiento. La búsqueda de un color que transforma su química materialidad, en luz.
De esta manera estas cinco pintoras avanzan sobre lo imprevisible, con la fuerte convicción de que, como dijera alguna vez Gerhard Richter, “el arte es la máxima forma de esperanza”.
Juan Astica, julio 2024.